El objetivo último en ataque es, desde luego, anotar. Para ello, hay que conseguir primero tirar, es decir, mantener la posesión mientras se avanza por el campo hasta poder realizar un tiro, y luego, que el tiro sea acertado y se enceste el balón. Estas premisas, sin duda obviedades, son, sin embargo, las que guían toda la organización del juego de ataque, pues, ningún equipo es capaz de conseguir que todas sus posesiones acaben en un tiro, ni mucho menos, que todos sus tiros acaben encestándose.
Por lo tanto, no se trata tan sólo de mantener el balón y acercarlo a la canasta contraria, sino de minimizar el número de pérdidas de balón. Y no se trata solo de tirar, sino de realizar el tiro más fácil y seguro posible, con el que se tenga mayor probabilidad de encestar, teniendo siempre en cuenta el reglamento y las limitaciones que impone.
Resumiendo, los objetivos del ataque se resumen en:
1. Mantener la posesión del balón, es decir que el jugador sea capaz de tener el balón en sus manos o botándolo todo el tiempo que quiera, sin perderlo delante de la presión defensiva.
2. Progresar con el balón hacia la canasta contraria, lo cual se conseguirá mediante
desmarques, ofreciendo apoyos en amplitud y en profundidad, para recibir pases o crear
espacios y poder avanzar con el bote.
3. Y una vez que se llega a las cercanías de la canasta, el objetivo prioritario será conseguir lanzar en buenas condiciones.
Para que todos los fundamentos del juego de ataque tengan verdadera eficacia colectiva, se requiere que los cinco jugadores estén al tanto de lo que hacen y pueden hacer sus compañeros en virtud de lo que hace la defensa. Es decir, deben “leer el juego”, leer el propio ataque y leer la defensa.
Se debe pedir a cada atacante que “mire” a sus compañeros y “vea” cómo se desarrolla el ataque, para luego actuar en consecuencia. “Mirar y ver”, es decir prestar atención a lo que realmente ocurre para participar eficazmente anticipándose a lo que puede ocurrir. Así podrán “pensar” y “decidir” antes de recibir el balón, pues hacerlo al recibir será tarde y romperá el trabajo colectivo de creación.
Una consecuencia de aprender a “leer el juego” es que se produzca una adecuada
coordinación espacio-temporal entre el movimiento del balón y el de los jugadores. Es decir, que cada uno esté en el sitio adecuado en el momento adecuado, y que el balón llegue al jugador adecuado en el momento adecuado.